Entrada actualizada en enero de 2017
Puesto que este blog es muy personal, no lo recomiendo a todos los lectores, porque sé que la mayoría de ellos se va a aburrir. Este blog está dirigido, en primer lugar a mis hijos y familiares más cercanos, y en segundo lugar, a mis amistades.
Si quisiera contar mi vida escribiendo mis “memorias”, debería empezar en Chile, país donde nací. No sé si por ser mi niñez y mi adolescencia dos etapas muy tristes -aunque ricas en experiencia- y con revelaciones que rayan la ciencia-ficción por lo increíbles que fueron algunas situaciones y sucesos, son etapas que muchas veces quisiera olvidar y no desearía compartir con mis lectores. No porque me pudiera ocasionar dolor hacerlo, sino porque no sería conveniente que fuera mal interpretada mi narración. El narrarlas sería como el broche del cierre de toda una serie de historias que pueden conmover a mis lectores hasta límites que ni siquiera podrían sospechar.
Muchas situaciones se podrían catalogar como traumáticas y tal vez lo fueron. Pero los traumas no dejaron huellas significativas en mi mente. Tuve la suerte de poder superar todas las etapas, sin que las depresiones me persiguieran para siempre, como ocurre con algunas personas. Se podría decir que supe encontrar mi camino y no olvidé mis metas, aunque las tuve que postergar durante muchos decenios.
Esto resultaría muy paradójico, puesto que cuando me decidí a escribir una novela autobiográfica, una de mis intenciones era que las personas de mi edad o mayores que yo y que habían tenido algún tipo de relación conmigo, la leyeran. Ahora, la mayoría de esas personas están muertas, viven en algún asilo o están encerradas en un círculo tan pequeño, que jamás se imaginarían que yo pudiera referirme o dirigirme a ellas. Hay amigos y amigas que tal vez me recordaron en algunas ocasiones. Quizá esperaron en vano que yo regresara y les contara qué había sido de mi vida. Tal vez tuvieron más de algún secreto que contarme. Pero jamás regresé y jamás regresaré. Chile quedó en el pasado, para siempre.
En el exilio, las personas que llegaron a conocerme en forma íntima o con las que tuve la suficiente confianza como para contarles parte de mi vida, saben que sufrí de amnesia durante un año entero, cuando tenía unos veinte años. Pero nunca han sabido por qué perdí la memoria ni cómo la recuperé. Es un secreto que he guardado toda mi vida y sólo será revelado cuando muera o cuando termine la novela autobiográfica que he mencionado antes. Desvelar ese secreto sin contar todo lo que sucedió antes o después de aquella difícil experiencia, daría lugar a malas interpretaciones y podría poner en duda la veracidad de mis narraciones. Algunos familiares supieron parte de lo que sucedió, pero nunca lo supieron todo. Por lo tanto, su percepción de aquellos hechos es muy superficial.
Podría afirmar, con toda propiedad, que salir de mi país natal en noviembre de 1973 fue como volver a nacer. Luego volví a “nacer” en dos oportunidades más, al salir de Perú, en 1975 y el abandonar Rumania, en 1977. Todos esos fueron cambios muy importantes en mi vida y en la vida de miles de exiliados chilenos.
Al ampliar el horizonte físico pude ampliar, también, el horizonte cultural, político y social. Una vez radicado en Suecia (por más de 40 años) tuve la oportunidad de conocer gran parte de Europa, además de Venezuela y Estados Unidos. El horizonte se amplió aún más y lo que tengo que contar es como para escribir varios libros, no sólo el que había sido mi meta original.
Voy a adelantar algunas cosas -que serán narradas en forma más detallada en mi novela- en este blog. En mi primera narración me limitaré a resaltar sólo los aspectos que tienen que ver con la parte económica, dejando completamente a un lado los aspectos sentimentales, mis reflexiones o juicios sobre personas, mis análisis y conclusiones sobre temas que abordo en mis otros blogs.