Muchas veces es difícil convencer a algunas personas sobre la utilidad de ciertos conocimientos y experiencia. Si no se puede mostrar un título que certifique una profesión determinada, no se admite que se pueda dominar o entender algunas materias reservadas para los profesionales.
No se obtiene conocimientos únicamente con los años y la experiencia. Es necesario haber leído, estudiado y analizado los temas correspondientes. Tampoco se puede obtener experiencia con sólo la lectura y el estudio. La experiencia es más que necesaria para entender las ideas con mayor claridad y aplicar la teoría en la práctica.
Puedo afirmar, con mucha propiedad, que en mi caso he obtenido tanto conocimientos como experiencia, pues he tenido una larga vida, he viajado por distintos países, he vivido en distintas sociedades y he estudiado en las universidades de tres países con grandes diferencias entre sí. No obtuve una profesión de las llamadas «carreras profesionales», pero sí he obtenido muchos conocimientos y títulos de profesiones no consideradas como carreras como abogado, médico, ingeniero, etc..
Creo que el exilio en sí fue un conjunto de diversas experiencias, que jamás habría obtenido de haber vivido en un solo país. El verse obligado a exiliarse implica enormes dificultades pero, al mismo tiempo, enriquece el intelecto y fortalece la capacidad física y psíquica. El viajar por distintos países amplía e horizonde de conocimientos.
La pobreza extrema me impidió estudiar como me hubiera gustado, en mi país de origen (Chile). Cuando ya era adulto y logré llegar a la Universidad (Facultad de Agronomía) un Golpe de Estado (1973) truncó el sueño de ser ingeniero agrónomo para ayudar a la producción agrícola de mi país. Equivocado o no, decidí abandonar Chile cuando la persecución de los líderes de izquierda arreciaba. Quise salir antes de que la persecución se extendiera a los simples militantes o simpatizantes. Saber de muchos compañeros de estudio acribillados el 11 de septiembre en el mismo recinto donde yo había estado sólo una horas antes, saber de los arrestos, oír todos los días los disparos provenientes del Cerro Chena (a menos de un kilómetro de mi vivienda), lugar de entrenamiento de la Fuerza Aérea -a la cual yo no pertenecía ya aunque vivía en una población de funcionarios de la misma rama de las Fuerzas Armadas- me asustó. Tuve miedo de ser arrestado y torturado. Me sabía cobarde y creía que podría convertirme en delator, si amenazaban con aplicarme electricidad o usar cualquiera de los otros métodos con los que se pretendía hacer hablar a miles de conciudadanos. No sé qué habría hecho, cómo me habría comportado. No tenía contacto con mis compañeros de partido y sé que muchos de ellos estaban bien vigilados. Muchos de ellos estarían prisioneros o muertos. No creía que podríamos llevar a cabo algún trabajo de resistencia. No tenía conocimientos necesarios, ni tenía un rango importante dentro de la organización.
A los dos meses del Golpe ya estaba en Perú, país donde estuve más de un año. Nueva experiencia. A pesar de estar tan cerca de Chile, eran dos mundos distintos. El presidente peruano de aquella, época, Juan Velazco Alvarado pretendía llevar a cabo una revolución antiimperialista. Pero no era posible quedarse allí, motivo por el cual recurrí a la ayuda de ACNUR.
Desde Lima volamos un gran grupo de chilenos (varios miles) hacia distintos países, dejando atrás muchos recuerdos y muchas amistades nuevas, además de alejar el sueño de regresar pronto a la patria chilena. En 1974 se me concedió la condición de refugiado político en Rumania, después de haber postulado a varios países que ofrecían asilo político. Muchos creímos que estaríamos fuera de Chile sólo unos meses, pero el exilio se extendió por varias décadas o para toda la vida. Muchos chilenos que soñaban con regresar a su país murieron en Europa y en otros continentes. Sus hijos se adaptaron a las sociedades de los países anfitriones y algunos se convirtieron en contrarrevolucinarios.
Fueron tres años de vivencias en un país del este europeo, detrás de lo que se solía llamar La cortina de hierro. Luego vinieron los viajes a distintos otros países. En mi caso, el viaje final fue Suecia. Otros exiliados se radicaron en Gran Bretaña, Alemania, Australia, Francia, etc.
Y así pasaron los decenios. Muchas aulas y bibliotecas fueron los nuevos hogares. Nuevos oficios se llevaron a cabo, desde los más peligrosos hasta los mejor remunerados. Las experiencias se diversificaban y los conocimientos se acumulaban. Y la edad iba poniendo su timbre de madurez. La edad en sí no implica madurez, pero es uno de los factores necesarios para conseguirla.
Eso es lo que muchas veces quisiera dar a conocer a mis interlocutores. Pero nunca hay tiempo para eso y se corre el riesgo de hablar demasiado de sí mismo. Por eso mis páginas y blogs son mi refugio, son mis confidentes, no de lo simple, de lo banal sino de lo reflexivo, de lo valioso, de lo que pueda despertar conciencias, que sirva para estimular el pensamiento crítico y la búsqueda de la verdad.
En todos los países en los que he vivido, siempre he sido crítico y he intentado denunciar las injusticias. Pienso seguir actuando de la misma forma en el futuro. Para mí la verdad y los procedimientos dentro de la legalidad son los que se deben utilizar. No significa que estoy de acuerdo con todas las leyes. Si las hay injustas, éstas deben ser cambiadas o reformadas, pero no se debe desconocer su vigencia. Esto es, tal vez, lo que más he aprendido durante mis años de exilio. Cuando era joven me rebelaba y podía desafiar a la autoridad. Ahora me resigno y aunque denuncie incorrecciones (desde mi punto de vista), prefiero aceptar las reglas, con la esperanza de poderlas cambiar cuando llegue el momento adecuado.
Hay muchas cosas en las que he reflexionado durante los últimos días. La lista de temas que quiero abordar sólo aumenta, día a día. Espero llegar al ocaso de mi vida habiendo analizado aunque sea un diez por ciento de lo que quisiera analizar. Sé que jamás podré escribir todo lo que quisiera.
De todos los temas en los que he pensado, me gustaría escribir sobre las guarderías infantiles. Quisiera comparar las ventajas y las desventajas de las mismas en los tres países que más conozco o he conocido: Rumania, Suecia y Venezuela.
Continúa en el próximo artículo.