SIN CINTURÓN Y SIN MALETA

El viaje en el avión de Madrid a Estocolmo fue normal, aunque hubo un auxiliar de vuelo desagradable. Cuando ya habíamos despegado y pasado un tiempo prudente llamé para pedir agua. La larga espera en la puerta de embarque había acentuado mi sed. Pero el empleado me llamó la atención. Me djijo que ya vendrían en 15 minutos y servirían… que aún no era tiempo… no me dejó explicar que necesitaba agua en forma urgente y que no la pediría gratis, que la pagaría.

Pasaron 15 minutos y 15 más, y otros 15… o algo así. Por fin empezaron a vender (en los vuelos cortos de Europa no se ofrece merienda ni bebidas ni agua… todo se vende). Cuando uno de los pasajeros pidió ayuda, el mismo empleado que me había llamado la atención le dijo que esperara. Le hizo un gesto con la mano, como si estuviese muy ocupado y no tenía tiempo para atender todas las solicitudes. Pero el pasajero sólo quería que le dieran vasos para las bebidas que acababan de comprar, que los empleados habían olvidado darle. Cuando llegó mi turno pregunté si podía pagar con coronas suecas o tarjeta de débito, No, sólo con tarjeta de crédito, en dólares o euros. Yo sólo tenía bolívares y coronas. No podía comprar siquiera una taza de té y un poco de almendras. No había agua en el menú… pero la empleada que acompanaba al «ocupado» empleado aceptó traerme agua y me sentí mejor. Eso sí, debí esperar unos minutos más hasta que vendieran todo lo que necesitaban vender.

La llegada a Estocolmo fue complicada. En primer lugar, porque al haber comido tan poco desde hacía dos días ya empezaba a adelgazar y los pantalones se me caían; tenía que sujetarlos con la mano, no era fácil.

Fui a retirar la maleta que ya sabía tal vez no llegaría. Pero tenía esperanzas y deseos de que sí la hubieran enviado desde Madrid. Esperé más de dos horas, hasta que todos los demás pasajeros se hubieron retirado y sólo siguieran girando las maletas que a nadie le interesaban. Curioso que siempre pasa eso en todos los vuelos: muchas maletas empiezan a circular en la banda desde el comienzo y aunque sabes que no es la tuya las sigues mirando y pretendes buscarle algún parecido, alguna senal que te digan que es la tuya. Nadie se las lleva y sigues esperando aunque ya han cerrado la compuerta desde donde salen. Las maletas abandonadas permanecen quietas en la banda.

En la oficina de equipajes me atendieron muy bien. Tenía el ticket de la maleta, pero igual debí responder muchas cosas concernientes a la maleta, que de qué tamano es, de qué color, de qué marca, vaya si la marca me interesara algo… no importa, no había problemas, sólo debía dejar un número de teléfono y mi dirección. Pero mi celular (móvil) estaba descargado y no recordaba el número. Sólo lo uso en Suecia. No recordaba en ese momento mi dirección. Me dieron un número para llamar y lo hice más tarde, para dar los detalles que faltaban. Hasta el momento no me han llamado para decirme algo de mi maleta. Y cuando llamas te dicen que lamentablemente están ocupados repartiendo muchas maletas extraviadas y que llame más tarde, y el mensaje se repite todo el día… ahora no sé si recuperaré mi maleta… Lo peor de todo es que tanto la chaqueta gruesa como suéteres y otra ropa de invierno estaban en la maleta.

Abandoné el aeropuerto de Arlanda en manga de camisa. Para colmo, en un bano del aeropuerto me cambié la ropa y me puse una camisa que había lavado antes del viaje, pero estaba manchada con tinta negra de la impresora, algo de lo que no me había percatado antes de ponérmela. Algunas personas me miraban en forma extrana cuando recorría las calles para tomar un bus o el metro.Y no era para menos, era el único que iba con camisa de manga corta, manchada con tinta y agarrándome los pantalones para que no se cayeran, mientras todos iban muy abrigados, con abrigos o chaquetas, bufanda, botas y guantes… lo del cinturón lo podría haber resuelto en Sky City, en el aeropuerto. Allí había solución para todo… pero a qué precios! Pregunté por un cinturón en una tienda. Me atendió con extremada amabilidad una de esas diosas escandinavas de pelo rubio claro y ojos verdes claros, de tez muy blanca, todo tan claro como esa fotos que salen con mucha luz. Pero su sonrisa no consiguió convencerme cuando el primer cinturón que tomé valía 90 dólares. Tampoco lo logró cuando me ofreció otro más barato y con una sonrisa más amplia y prolongada que la anterior, todos de fino cuero y no sé de qué famosa marca… «sólo» costaba 70 dólares…

Salí más rápido del negocio de como entré. No estaba dispuesto a pagar tanto por un cinturón que en Maracaibo lo compro en sólo unos seis dólares. No es que no tuviera dinero, pero me parece absurdo comprar cosas tan caras. Le dije algo así como que iría a buscar dinero a un cajero. Entonces me dijo que podía pagar con mi tarjeta. Sí pero es que… balbuceé algo ininteligible y desaparecí, queriendo hundirme en el piso. Prefería pasar la vergûenza de ir sujetando el pantalón, cubriéndome de vez en cuando con el maletín de mano, aunque no sabía qué forma era más extrana… Más tarde, en Liljeholmen, logré comprar uno de tela trenzada por 12 dólares.

Bueno… y ya estoy en Estocolmo, de nuevo. Hacía tiempo que no veía nieve. El tiempo estaba claro y despejado. Queda muy poca nieve pero los lagos están congelados. Me cuenta la gente que en diciembre sí estuvo frío esto. Ahora la temperatura oscila entre 0 y 4 grados centígrados. No es mucho frío, pero se siente mucho cuando vas en camisa de mangas cortas por la calle.

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