SALUD, DIVINO TESORO. ECONOMÍA Y PRODUCCIÓN.

Ya sé que he cambiado la frase. Pero creo que más que juventud lo que necesitamos es salud, indiferentemente de la edad que tengamos.  Muchas veces, quienes hemos traspasado el umbral de la edad del medio siglo hemos soñado con regresar a una época pasada, a una edad entre la niñez y la adolescencia. Eso sí, con la experiencia que tenemos actualmente. Bien sabemos que eso es imposible y además no es algo necesario. Ya hemos vivido una parte de la vida que nos ha tocado y sería injusto volver a ocupar un espacio que les corresponde a otras generaciones. Mezclar economía con salud tal vez no tiene mucho que ver, pero sin darnos cuenta a veces vamos pasando de un tema a otro. A fin de cuentas, todo está relacionado.

Hoy he reflexionado sobre la buena salud que me acompaña hasta ahora. Me siento privilegiado por no sufrir de enfermedades graves. Tengo algunas molestias pero no son de importancia. Hace mucho tiempo que no me hago un examen médico y es posible que padezca de alguna enfermedad, sin darme cuenta de ello. Pero eso no me preocupa, cuando llegue el momento tomaré las medidas que se requieran. Sé que muchas veces algunas enfermedades se presentan repentinamente y avanzan con una velocidad escalofriante. Pero tengo la esperanza de que mi organismo no tenga alguna de esas enfermedades ocultas. La verdad es que no me fío de los médicos de ningún país. Muchas veces se equivocan y mientras mayores adelantos hay tanto más aumentan los riesgos de diagnóstico y tratamiento equivocado. Por eso siempre he sido más partidario de la medicina preventiva que de la curativa. Una alimentación sana y actividad física adecuada son las mejores formas de prevenir enfermedades. VER.

Tuve amigos que me habría gustado volver a ver. Quedaron muchas cosas pendientes por explicar, muchas ideas que exponer, muchas emociones que compartir. He olvidado la mayoría de sus nombres. Sólo queda un pequeño número en mi «baúl de recuerdos», aunque muchas escenas y acontecimientos permanecen allí con mucha claridad. Me habría gustado saber qué fue de ellos. Uno de mis mejores amigos era Alvaro Olea, que tuvo la delicadeza de visitarme cuando yo vivía en Rumania. Álvaro estaba estudiando en Bulgaria en esa época. Eso ocurrió entre  los años 1975 y 1976. Fue la última vez que nos vimos y que nos comunicamos. Antes del exilio habíamos compartido muchas actividades, algunas junto a su respetable familia; otras en la Asociación Cristiana de Jóvenes, donde yo era uno de los líderes en las actividades deportivas y recreativas. Otro nombre que recuerdo es el de Carlos Lara, antiguo compañero de estudios en una de las escuelas nocturnas a las que asistí. También recuerdo a mis amigas Rosa Jaña y Cleopatra Valenzuela, amigas inseparables la una de la otra, con quienes pasé veladas inolvidables, tardes y noches de discusiones filosóficas y estudio de francés, química y física. Así como sus nombres recuerdo una veintena más. El resto son imágenes difusas aunque recuerdo pasajes muy interesantes, algunos emotivos, otros espeluznantes. Tal vez algunos de los mejores momentos de mi vida los pasé con algunos de mis amigos en las montañas de la pre-cordillera, en el Cajón del Maipo, lugar al que llegábamos en un pequeño tren que salía desde Puente Alto.

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Uno de los lugares que más frecuentábamos era El Manzano. Pero a veces nos internábamos muy arriba en los cerros y aparecíamos en otro lugar. Más de alguna vez estuve a punto de perderme en alguno de los acantilados de las montañas más altas o casi sin posibilidades de regresar a la civilización por lo escarpado del cerro y la tierra muy suelta, que se desprendía al intentar sostenerse. No usaba cuerdas ni equipo alguno para escalar. Sólo me valía de mi agilidad física y la fortaleza de las piernas. Otras veces oscurecía y me encontraba en alguna quebrada tupida de cactus y arbustos, sin encontrar un sendero. Sólo me podía guiar por las estrellas y por las pocas luces que había en lontananza, cuando remontaba una cima. Más de alguna vez perdí mi cocaví (merienda). Para no cargar con el peso dejaba mi comida escondida entre arbustos que luego no encontraba con facilidad. Pasaba muchos sinsabores pero allí me encontraba a gusto con la naturaleza.

¿Dónde están mis amigos de esa época tan hermosa? Sé que algunos fueron apresados y torturados, años más tarde. Sé de otros que murieron en el exilio. También los hubo aquellos que se rindieron a la implacable succión de la sociedad de consumo y se transformaron en verdugos y mercaderes sin escrúpulos o en simples borregos.

Muchos amigos y conocidos de esa época, como compañeros de trabajo o estudios, han muerto de cáncer y otras enfermedades terribles. Ha sucedido lo mismo con gente que conocí posteriormente, en Perú, Rumania, Espana y Suecia. Otros quedaron postrados en sus camas o en sillas de ruedas, a causa de enfermedades o accidentes de tráfico. Muchos otros están sumidos en la miseria, a causa de las drogas o del alcoholismo. Los menos, viven cómodamente en sus hermosa casas o departamentos, rodeados de hijos y nietos, completamente asimilados por la sociedad consumista, totalmente indiferentes a lo que ocurre en el mundo. Quizá haya algunos que aún piensan en contribuir de alguna manera al nacimiento y progreso de una nueva sociedad, más humana y más racional, más justa.

Tomando en cuenta esa realidad no son muchas las esperanzas de que los pocos luchadores conscientes puedan hacer algo positivo, máxime si éstos viven en países con culturas distintas, sin conexión sostenible con la población de esos países. Por otra parte, en el caso de los países europeos, no hay interés alguno por contribuir a nada. Los problemas de la población europea no son los mismos que los de de la población de países suramericanos o africanos. En muchos casos los intereses son contrapuestos. Los habitantes europeos no son conscientes, por ejemplo, de que el estatus o nivel económico y social avanzado que tienen (y que ahora se ve amenazado) se lo deben a los habitantes de otros continentes. Cuando comparan a sus países con los países de otros continentes y ven las diferencias con otras sociedades atribuyen su superioridad económica y administrativa a una especie de superioridad de «raza» o «sociedad civilizada». Pocas veces se han puesto a pensar que las diferencias entre distintos países se deben a los sistemas de opresión que ha habido en el mundo, al colonialismo y al imperialismo. Para ellos, el colonialismo es algo del pasado, como la esclavitud, que la consideran inexistente ya. El concepto imperialismo no lo entienden. Lo imaginan algo abstracto, una especie de fetiche inventado por partidos de izquierda. No se dan cuenta de que es algo muy real y palpable, que puede ser explicado en forma muy simple. Una de las causas por las cuales no se dan cuenta del imperialismo es la mentalidad individualista, competitiva y mercantilista que les han inculcado durante siglos. Todo se basa en el dinero, en los negocios y el contrato de trabajo con la sociedad. Creen ser libres pero viven bajo la dictadura del capital. Sus necesidades por satisfacer son, por lo general, la posesión de vehículos de último modelo y marcas famosas; los yates y veleros; los viajes a países exóticos como Tailandia, donde se puede comprar sexo de niños y niñas; o a Turquía, Grecia, Italia o Espana, donde hay discotecas para todos los gustos, donde la prostitución y las drogas son muy comunes, tan comunes que hasta se anuncian los prostíbulos en vallas puestas en las carreteras (VER).

Muchos ciudadanos creen estar conscientes de los daños que se le ocasiona al ecosistema, pero no hacen casi nada por contribuir a la solución del problema. Día a día siguen comprando todos los productos que ofrece la sociedad de consumo, dirigida por las más grandes empresas multinacionales. En la mayoría de los hogares hay abundancia de botellas de Coca-Cola y todo tipo de bienes que más que bienes son venenos medioambientales; no son necesarios, en absoluto para la alimentación de un ser humano ni para otros fines. Abundan los desechos de todo tipo y aunque se recicla, no todo se hace en forma correcta. Los procesos de reciclaje requieren de toda una gran infraestructura, que implican mayor contaminación ambiental, en muchos casos. Ni las grandes empresas ni los gobiernos hacen lo suficiente para disminuir los efectos de los agentes nocivos para el ambiente.  Se da prioridad a la solución de los problemas económicos, de la productividad sin control, de la facilidad para bancos y empresas financieras de dirigir el mercado Y OBTENER ENORMES GANANCIAS. Se trata de mantener en vida a un sistema que ya está muerto desde hace tiempo, porque no puede haber utilización de recursos naturales en forma ilimitada y si estos se hacen insuficientes no hay forma de seguir produciendo. El mercantilismo y la especulación sin límites nos llevan al abismo, pero sólo unos pocos líderes políticos se atreven a denunciar una verdad que está más que demostrada.

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