La espiral de la vida continúa. Vamos todos cada cual en su propia espiral y no mucho podemos hacer para influir en la espiral principal, aquella que se desliza a través del tiempo y rompe los espacios. No me refiero a la vida en sí, a la vida natural, la de los vegetales y los animales irracionales o quizás podamos decir menos racionales. La vegetación y la fauna siguen su vida normal, adaptándose a los cambios climáticos naturales y los menos naturales.
La vida a la que me refiero es la de mi especie, esa vida que es dirigida desde altas esferas sociales, políticas e institucionales; aquel inmenso aparato que fomenta el odio y las guerras, aunque se disfraza de democracia o de «cultura occidental y cristiana» y que se erige como el baluarte de la defensa de los Derechos Humanos. Ese aparato monstruoso con tentáculos que alcanzan todos los rincones del planeta tiene la capacidad de decidir el futuro de todos los pueblos de la Tierra.
Desde el comienzo de las civilizaciones esa espiral ha ido cambiando de características. Su desarrollo fue producto de la herencia de la lucha por la supervivencia, el egoísmo salvaje que haría sobrevivir y procrear a los más fuertes. Pero no bastó siempre con la fuerza. Esta se hizo acompañar por la astucia. Y así fueron surgiendo las religiones y los imperios, se formaron las clases sociales, las castas y se impuso la explotación del hombre por el hombre. Sus pilares fundamentales fueron, además de las armas, el perfeccionamiento de los aparatos policiales y militares, además de la estructuración de mecanismos de opresión y de dominación económica e ideológica.
Con breves paréntesis y focos aislados, esa espiral ha sido sacudida en algunas oportunidades. Pero su enorme poderío estructural se ha mantenido incólume, sin siquiera variar su dirección elíptica de capas superpuestas.
Así hemos llegado al 21 de diciembre de 2012, que en otros calendarios es una fecha distinta, como es el caso del calendario maya, que tiene sólo 260 días y no 365 como el calendario occidental y cristiano.
Erróneamente se tradujeron algunas «profesías» o cálculos matemáticos y astrológicos como anuncio de catástrofe e incluso de «fin del mundo». Y eso es lo que se ha difundido en la mayoría de los medios de comunicación, como es el caso de Aftonbladet, de Suecia. Hoy 22 de diciembre dice ese periódico que los profetas o sabios mayas estaban equivocados y «no se ha terminado el mundo». Pero la verdad es que los indígenas de distintas etnias americanas han celebrado el advenimiento de una nueva era, que era lo realmente anunciado por los antiguos sabios mayas.
El sentido común de la mayoría de la gente que piensa en profundidad no le permite creer en vaticinios ni en anuncios apocalípticos ni de cualquiera otra naturaleza. Pero es posible que las interpretaciones que se han dado a los cálculos antes mencionados sean una especie de deseo por salvar la vida en un planeta cuyos ciclos de evolución están siendo alterados hasta un límite catastrófico. El cambio climático brusco sigue en aumento y los desórdenes en la naturaleza son muy visibles. Son tantos los ejemplos de esto que habría que escribir miles de páginas para describir la seriedad del problema. Pero las potencias económicas y militares no muestran interés alguno por detener la destrucción del hábitat humano y de la mayoría de las especies animales y de la flora. Las emisiones de CO2 siguen aumentando. Los claciares que se desmoronan y derriten son cada vez más grandes. El aumento del nivel de los océanos llegará dentro de poco a límites peligrosos para muchas islas y países.
El exceso de producción de trillones de artículos absolutamente innecesarios con los que se inundan los mercados van mermando los recursos naturales y contaminando el ambiente en forma descontrolada.
El control de los medios de comunicación y de todas las formas posibles de expresión es muy fuerte y sólo deja espacio para que una pequeña parte de las ideas críticas puedan ser oídas. Las grandes empresas multinacionales, con el apoyo de los banqueros y de los gobiernos de las potencias económicas y militares como la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón, etcétera, ejercen una influencia enorme para impedir que las ideas progresistas tengan mayor cobertura. Y cuando el pueblo se expresa en la calle, como lo ha hecho en Espana o Italia, se recurre a los más modernos y crueles métodos de represión policial, además del fortalecimiento de la institucionalidad burguesa con nuevas leyes que declaren a todo activista como delincuente o terrorista.
La economía del sistema capitalista no mejora y sigue hundida en una profunda crisis. El país que dirige la economía del sistema capitalista mundial se enfrenta a un problema más agudo al no poder llegar a un acuerdo sus políticos para gravar con impuestos a los más ricos, que sería una válvula de escape para la economía estadounidense. Pero la avaricia y el egoismo son mayores que cualquier idea de solidaridad. Por eso motivo, el capitalismo mundial puede verse afectado en forma aún más negativa durante los próximos años, lo que puede desencadenar protestas sociales como nunca antes se han visto hasta ahora. Eso, a pesar del férreo control de los aparatos represivos sobre la población.
Hay países que están tomando un camino distinto al del capitalismo, con todos sus derivados, como el neoliberalismo. Esos países están logrando avances muy positivos y van transformando el sistema capitalista en un sistema más justo. Los avances son grandes pero aún queda mucho por hacer. Entre esos países se cuentan Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador y otros. Esos países se encuentran bajo constante amenaza, con enemigos dentro y fuera de sus territorios. Las potencias económicas capitalistas harán todo lo posible por derrocar a los gobiernos de esos países o de desestabilizarlos para que los representantes de la Oligarquía puedan tomar el poder de cualquier forma posible. Los medios de comunicación seguirán manipulando a sus usuarios, inventando falsas historias, desacreditando a los representantes de los dirigentes antiimperialistas y satanizándolos, para facilitar la consolidación de los sistemas de opresión e impedir los cambios que necesitan los pueblos.