UN VOTO EN CONTRA DE LA DERECHA, TAL VEZ SIRVE DE ALGO

Hoy he votado en las elecciones para el Parlamento Europeo. Lo hice en la biblioteca de Sollentuna, uno de los lugares habilitados para tal efecto. Todo fue muy sencillo. Hace ya varios días yo había recibido la tarjeta para votar. Con ella en mano me dirigí a la oficina electoral dentro de la biblioteca. Había dos chicas jóvenes que recibían los sobres con el voto. En una mesa había un tarjetario con papeletas con el voto de todos los partidos políticos, más de veinte. El primero era el de Vänster (Izquierda). No había lugar ni tiempo para dudas. No necesitaba más que ese dato. El resto de los partidos no me interesaban. No llevaba mis lentes para leer, por lo tanto no podía ver bien los nombres de los candidatos. Marqué el primero de la lista, que ni siquiera sé como se llama. Pero imagino que el primero de la lista tiene más posibilidades de ser elegido parlamentario. Entregué el sobre con mi voto, una de las muchachas controló mi permiso de conducir (basta con cualquier identificación sueca y ese permiso basta) y luego lo depositó en una caja cellada. Antes de ello se anotó en un cuaderno mis datos y la fecha de la entrega del voto. Así de sencillo. En otros países se hacen una serie de controles y debe de haber testigos, vocales, etc. En algunos países latinoamericanos incluso hay que marcar un dedo con tinta indeleble para impedir que una persona vote más de dos veces.

Elegí el único partido que puede oponerse a los partidos de derechas y extrema derecha, a falta de otro con el cual me identifique mejor. Económicamente voté contra mí, porque el partido de izquierda quiere aumentar los impuestos y yo pago demasiados impuestos ya, por tener mayores ingresos de lo normal, aunque eso se debe a mayor cantidad de horas de trabajo diarias. Lo malo es que el dinero de esos impuestos no se utiliza bien. Se desperdicia mucho y no se atienden las necesidades del pueblo. Pero la esperanza es que algún día aunque  muy remoto, cuando la izquierda alcance el poder, la distribución de las riquezas sea más justa, no tan sólo del reparto de las mismas dentro del territorio nacional o de Europa sino de todo el mundo, incluyendo a los pueblos oprimidos de los países pobres, esquilmados por los colonialistas y los imperialistas durante muchos siglos.

Cumplí con un deber y un derecho. Quien no vota tiene menos posibilidades de opinar sobre lo que Europa tal vez sirva para despertar a los pueblos adormecidos y embrutecidos por la sociedad de consumo y la influencia de los medios de comunicación, la industria cinematográfica y las empresas discográficas, que imponen estilos de vida y formas de pensar mezquinas e indiferentes al dolor de la mayor parte de la Humanidad. Mi voto es una especie de murmullo, una forma de decir «no estoy de acuerdo con lo que hay», una protesta muda, un deseo de cambio.

Luego de la entrega del voto una reflexión y miles de reflexiones derivadas de la primera. Pero no hay tiempo para compartir las reflexiones. El trabajo me absorve y no me deja tiempo para escribir y casi ni para vivir. No hay tiempo para la familia ni para las amistades, sólo para trabajar.

CÓMO LEER MIS BLOSG

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