Continuación de la entrada anterior. Para entender mejor esta segunda parte conviene leer antes la primera.
Las últimas investigaciones científicas, producto del trabajo de muchos expertos durante los últimos dos siglos nos han entregado información que nuestros antepasados jamás pudieron recibir. Por eso nosotros estamos en mejores condiciones de entender lo que sucede en nuestro entorno y dentro de nuestro organismo. El estudio del macrocosmos y del microcosmos, la teoría cuántica, los agujeros negros, etc., nos acercan a un mundo que era imposible de imaginar hace algunos decenios. La enorme cantidad de conocimientos, teorías o suposiciones nos acercan a las estrellas y nos transportan a las más remotas galaxias así como también a lo más profundo de nuestras células. Esto nos sirve para imaginar paralelismos entre lo que ocurre en el universo, en las distintas sociedades de conglomerados humanos o en los micromundos de cada organismo animal o vegetal.
Cuando vemos un cardumen de anguilas deslizándose rápida y sincronizadamente por las aguas del mar, como si fuesen un solo individuo mientras son atacadas por un tiburón o cuando presenciamos el vuelo de grandes bandadas de pájaros que hacen maniobras en el aire, cambiando de rumbo constantemente y manteniendo una formación impecable, no podemos dejar de pensar en que todos los movimientos de cualquier ser viviente son el resultado de un trabajo de órganos y sistemas dirigidos por un cerebro, cuyas órdenes son el producto de la sincronización de millones de neuronas que se comunican a través de descargas eléctricas.
Eso es la mente humana, el resultado del trabajo de miles de millones de células nerviosas diminutas que desempeñan una función específica y coordinan sus movimientos a través de las sinapsis con las neuronas más cercanas, las que a su vez se comunican con sus vecinas hasta lograr llevar su mensaje a todas las neuronas casi al unísono (VER). Una verdadera maravilla. Todas esas neuronas le permiten a una persona actuar como una sola. En el simple movimiento de los párpados, al suspirar o hacer un pequeño movimiento con un dedo, hay una decisión en la que han participado millones de circuitos neuronales. Si la cantidad de neuronas que tiene cada ser humano es entre 86 000 y 100 000 millones, las conexiones sinápticas son aproximadamente 90 000 billones, con trillones de descargas eléctricas por segundo. Cada palabra, grito, movimiento de una mano o de una pierna va acompañado de una serie de explosiones de descargas eléctricas, una verdadera fiesta de fuegos artificiales.
Todo pensamiento va acompañado de una gran actividad neuronal. Nuestro cerebro logra coordinar todas las acciones para que nuestro organismo siga existiendo, fortaleciendo sus defensas y adaptándose a nuevas condiciones de vida, mejorando sus capacidades de adquirir nueva información, procesarla y crear nuevas ideas.
La mente dirige toda actividad física e intelectual. Todo, absolutamente todo viene de allí, como la capacidad de aprender, de recordar y de actuar en nuestro entorno, permitiéndonos comunicarnos con los seres de nuestra misma especie y llevando a cabo con ellos innumerables relaciones de diversos tipos, desde los contactos más superficiales con miles de individuos hasta los más profundos e íntimos con los congéneres más cercanos, ya sean éstos del entorno familiar o de amistades. La voluntad, los deseos y los sentimientos nacen en la mente, que registra todas nuestras necesidades, analiza el mundo circundante y propone soluciones que luego se ejecutan en forma acertada, por lo general, aunque a veces erróneamente. Nuestra mente es como una especie de controlador que examina todo un entorno, recibe los pedidos de nuestros órganos, los analiza, los envía a las secciones del cerebro (como el hipotálamo) especializadas en generar o utilizar otros órganos para producir hormonas y enzimas que realizan múltiples funciones en el organismo.
Continúa en la tercera parte.