Nuevamente fue Navidad. El 25 de diciembre se ha transformado en una fecha mágica. Y no solo el 25 sino todos los días anteriores. Toda la gente desea «Feliz Navidad» a toda la gente, como si todos fuésemos creyentes y no sólo eso sino también cristianos. A nadie se le ocurre que no tiene sentido desear «Feliz Navidad» a quienes no creemos en Dios. Nadie se puede imaginar ni un solo instante de que esa frase no tiene sentido alguno para quien no es cristiano. Es como si nos deseáramos un feliz Vezak o un feliz Ramadan cuando se conmemoran fechas importantes para los budistas o para los musulmanes, por ejemplo. Cabe recordar que sólo un tercio de la población mundial profesa alguna de las tantas religiones llamadas cristianas (VER DIAGRAMA).
En este mes de diciembre todo se transforma. Las empresas comerciales obtienen una muy buena ayuda para vender sus productos gracias a la publicidad directa e indirecta que reciben desde todos los frentes, de las instituciones, desde los medios de comunicación y las mal llamadas «redes sociales». Tres semanas antes del 25 de diciembre se oye todo tipo de canciones en las que se menciona la «Gran Fiesta». En Espana y los países católicos se vuelven a escuchar los villancicos. En los países de religiones protestantes no se usan mucho los villancicos pero muchos artistas han dedicado canciones a la Navidad y éstas se repiten cada anio, como también las de extranjeros, como la de José Feliciano. Son tantas las veces que se repiten esos temas que aunque no nos interesen a todos, las entonamos sin querer porque su música es pegajosa.
Lo positivo es que en estas fechas toda la gente se pone más alegre y amable con los demás. Se organizan fiestas para los empleados de muchas empresas. En esas fiestas todos comen y beben hasta más de hartarse y no son pocos los que se enferman por haber abusado de las copiosas ingestas de alimentos, alcohol y bebidas gaseosas. Es todo una locura, un impresionante ejemplo de gula que (paradojalmente) la misma iglesia condena. Mientras tanto, millones de niños y adultos no tienen qué comer en muchos países. Cuando se brinda y se llenan las gargantas de licores, de grasas, carne, pescado e hidratos de carbono, nadie se acuerda de esos millones de pobres, a los que el «Mesías» pensaba redimir. No, claro, para ellos el premio está después de la muerte, en el cielo. El mesías decía que su reino no es de este mundo…
Esto es un simple avance de un artículo de resumen del año 2014 que estamos dejando atrás.
ENLACES:
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