Carmen me ha acompañado todos estos días, mientras preparo material de estudio para mis alumnos. A pesar de ser muy conocido, aún no hay muchos alumnos inscritos y sólo tengo unas dos o tres lecciones diarias, muy lejos de lo suficiente para cubrir los costos. Esto estaba previsto y por eso tomé mis precauciones antes de abrir. No hay peligro, en absoluto, de un devacle económico. Lo positivo es que tengo tiempo para preparar el material, los planes de estudio y muchas otras tareas que son necesarias para que la auto-escuela funcione bien. Hago presentaciones en Power Point, con muchas fotografías y dibujos. Todo ese material será utilizado después para escribir manuales en varios idiomas. Se trata de facilitar lo más posible la preparación de los alumnos que se presentan a su examen de conductor en Suecia. Son muchas horas frente a la computadora. El tiempo pasa sin que lo pueda advertir y olvido muchas cosas, por ejemplo comida en el microondas o en la cocina de inducción. Sólo reacciono cuando el olor a quemado es muy intenso. Entonces me levanto de un salto para quitar todo de la cocina y tirar a la basura los restos para nuevamente dejar más comida preparándose o calentándose.
La concentración es absoluta en las imágenes y los textos que intento sean de la mayor calidad posible. Muy a lo lejos suena el teléfono y la decepción es grande cuando quienes llaman son venderores que ofrecen campañas de publicidad o productos que no necesito. A veces me acuerdo que tengo un cuerpo y que estoy completamente encorvado, con la espalda, los hombros y el cuello protestando a su manera. Entonces me levanto del escritorio, camino y me estiro un poco.
Para hacer el tiempo un poco más llevadero pongo música. Pero me canso de oír lo mismo, aunque trato de variar. Me gusta mucho la música clásica pero no puedo oír por mucho tiempo una misma orquesta. Desfilan en el audio las sinfonías y las sonatas de Mozart, Tjajkovski, Haydn, Beethoven y muchos otros. A veces pongo música latinoamericana, especialmente boleros y baladas. A veces me acompaña la música y las canciones de Víctor Jara, Alí Primera, Mercedes Soza, Paloma San basilio, Joan Manuel Serrat y muchos otros cantantes. Pero todo me cansa, finalmente. Sin embargo, Carmen no me cansa. Con ella puedo estar las 24 horas del día, disfrutando de cada una de sus notas y me imagino todas las escenas, una por una, sin que pierda la concentración de lo que estoy haciendo.
Ya me he referido a esta hermosa Opera en otras entradas de mis blogs (VER UN ARTÍCULO EN OTRO DE MIS BLOGS). La primera vez que la oí fue en casa de Rosa J, una de mis mejores y queridas amigas, mi gran confidente y apoyo, mi admiradora (fan) y oyente. Rosa tenía la paciencia de oír todas mis exposisiones, tanto en el aula de la escuela nocturna a la que asistíamos, como en nuestras reuniones privadas, muchas veces en compañía de Cleíto, mi gran amor platónico de toda mi vida. Tanto Rosa como Cleíto se quedaban mirándome con cierta estupefacción cuando yo exponía mis teorías políticas y religiosas aunque ellas no siempre las compartían. En esa época yo era cristiano y trataba de convencer a todo el mundo sobre la existencia de Dios; organizaba reuniones especiales y defendía con mucho ahínco lo que había aprendido desde mi niñez hasta mi paso por el Seminario de Peñaflor, cuando quise ser sacerdote. Tenía todo un programa de estudios muy bien documentados y con firmes argumentos me explayaba en la explicación de los misterios de la Naturaleza, el orden en los hormigueros o la tan acariciada «demostración» el inexplicable misterio de qué fué primero: el huevo o la gallina. Mi principal oponente era un muchacho de apellido Vargas, que nunca logró doblegarme y yo siempre acababa recibiendo los aplausos de toda la audiencia, mientras él se tenía que conformar con uno o dos simpatizantes que lo apoyaban. Querido Vargas, lástima que nunca más nos volvimos a ver después de nuestro paso por la escuela nocturna y nuestras acaloradas y prolongadas discusiones. Si ahora te tuviera frente a mí te daría un abrazo y te agradecería por los argumentos de entonces, que en parte me ayudaron a ver la luz en el túnel en el que se baten el conocimiento y la ignorancia. Muchos años después comprendí que tenías razón. Yo estaba equivocado.
Volviendo a Carmen, Rosa me hizo escuchar, entre otras cosas, un disco que contenía la overtura y la canción del toreador. Luego me pasó el disco para que lo oyera en casa. Sólo por ese motivo compré un tocadiscos y pasaba muchas horas oyéndolo, era mi único disco al que mucho más tarde fui agregando otros de la época. Desde entonces me compañaban las melodías de la increíblemente bella Opera del genio Bizet. Más tarde, en Bucarest, tuve la suerte de ver la Opera Carmen en muchas ocasiones, aunque allí también vi obras de Wagner, Verdi, Puccini y muchos otros. También compré una película con la obra, en la que actuaba Plácido Domingo, como José. Posteriormente he visto la obra interpretada por muchos elencos de distintos países y no me canso de seguirla viendo u oyendo.
Analizando la obra podemos reconocer en ella muchas circunstancias de la vida, como las expresiones de amor y de pasión que se manifiestan de muchas formas en la vida real. Allí se manifiestan los sentimientos que ponen en evidencia las debilidades humanas, el deseo, la incertidumbre, el engaño, el surgimiento de los triángulos amorosos, la locura que se puede desencadenar a causa del amor o lo que se cree es amor, la obsesión por un amor no correspondido o imposible y que puede llevar a algunos hombres o mujeres hasta el asesinato para impedir ser abandonados, como si esa fuera la solución.
Carmen, Obra maestra, es la mejor compañera en la soledad, mientras trabajo con mi computadora.
ENLACE A UNA DE LAS VERSIONES DE CARMEN
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