¡Qué sensación de bienestar! Después de entrenar y tomar un buen desayuno, con la mente despejada y suficientes energías para trabajar bien, he tenido deseos de escribir algo sobre mis reflexiones de esta mañana, mientras entrenaba en el gimnasio. Aunque tal vez no deba decir reflexiones sino expresiones de retrospección y esperanza, una especie de nostalgia, de dolor y de recuerdo o visión futurista: mezcla rara de sensaciones múltiples. Y como es más sentimiento que razón es mejor que lo exprese en la siguiente forma:
Tu mirada está presente en algún lugar de mi mente. También está presente el contacto de tu piel. A veces en tu mirada eres la amada que aún espera en un lugar de este enorme planeta. Otras veces es la mirada de quien me trajo a este mundo. No eres siempre la misma o eres la de siempre. Pronuncio tu nombre y respondes con ternura. Oigo el mío como un eco, como lo oía más de alguna vez cuando miraba hacia el cielo en una noche estrellada, pensando en el infinito, que entonces creía inamovible. Eran las tres Marías y el planeta Venus o la estrella de la tarde. Eran muchas constelaciones que se veían claramente en el cielo de Santiago. Entonces nada sabía yo sobre el big bang ni de los agujeros negros, ni del macrocosmos y el microcosmos. Tampoco sabía que Galileo Galilei había descubierto que, por lo menos la Tierra se movía. Luego aprendería que el sistema solar también se mueve, algo que ni Galileo podía imaginar en su época. Ahora sabemos que todo se mueve, que todos viajamos hacia un infinito que tal vez no lo es tanto, vamos deslizándonos en una expansión que tal vez es una explosión lenta.
También oía mi nombre en alguna montaña, muy arriba en la precordillera del Cajón del Maipo, cuando subía y bajaba cerros, creyendo que en algún momento llegaría al más alto, para descubrir que tras el próximo siempre había otro más alto y que para subir había que bajar nuevamente por valles y colinas cubiertas de cactus y matorrales por donde se asomaban o se escurrían diversos reptiles como culebras y lagartijas. También había enormes tarántulas pero tuve la suerte de no pisar alguna. Arriba del todo había un manto blanco de nieve, que se podía ver desde cualquier lugar del gran Santiago. ¿Qué buscaba subiendo por aquellas montañas? Tal vez lo mismo que buscaba Adán cuando quería saber más, para satisfacer su curiosidad y por eso -según la leyenda- fue desterrado del Edén. ¿O buscaba lo mismo que buscaban los babilonios y por eso -también según la leyenda- fueron castigados a no entenderse unos con otros al enredarse sus lenguas? O tal vez sólo quería ser tan fuerte como Ben Hur cuando era esclavo remero que quería dejar las galeras y ser libre, para lo cual debía crecer y aumentar sus fuerzas.
Aquello también ocurría cuando vagaba por los patios de diversas viviendas en Mulchén, San Felipe o Santiago; eran patios grandes donde podías perderte fácilmente, sobre todo por las noches, cuando la obscuridad era completa y a veces me recorría un hielo en la espina dorsal al recordar -sin querer- las historias de fantasmas y aparecidos oídas junto a un brasero de carbón después que se habían apagado las guitarras de Adolfo y otros comensales que visitaban la Pensión de mi madre, cuando yo era un niño. Las historias eran largas y tétricas, tanto o más de aquellas que más tarde se oirían en las radioemisoras, como aquellas del Doctor Mortis.
También oía mi nombre en aquellos sueños en los que aparecían parrones y muchos árboles frutales como guindas, albaricoques, manzanas, higos y peras. La fruta siempre estaba allí, hermosa y colorida, muy alto, muy alto; pero por mucho que me esforzaba nunca lograba tocarla, jamás lograba saborear su jugo. Curiosamente esas escenas se repitieron durante muchos años en mi adolescencia e incluso algunas veces en mi edad adulta. Quizá era el deseo verdadero de comer aquellas frutas. O tal vez eran símbolo de algo que nunca podría alcanzar, como es el amor verdadero de una mujer.
Tu mirada es a veces la de una abuela pequeñita, encorvada que apenas balbuceaba unas palabras inteligibles cuando la visité con mi hermana mayor en Chillán. Pero también es la de Cleíto, el mayor amor platónico de mi vida cuando paseábamos por la gran Alameda, en Santiago. O la de otras mujeres que por algún motivo me acompañaron en pequeñas etapas de este duro y complejo camino en búsqueda de calor, compañía, pasión, ternura o de todo eso junto.
Sí, por supuesto que a veces esa mirada también es la de un hijo o una hija, que por distintos motivos no he vuelto a ver. Son todas sus miradas que se van sucediendo, como en secuencias fotográficas que no tienen fin. Algunas de esas miradas tienen interrogantes. Otras son de acusación. También las hay de comprensión o de resignación. Las hay también de admiración, como la dulce mirada de Zilla, una gran amiga.
Quisiera volver a ver a todas esas personas, que de una u otra forma formaron parte de mi vida. A todas ellas quisiera darles una respuesta, alguna explicación, algún consejo. No quiero compasión ni perdón. Quienes me han juzgado por algo, que sigan haciéndolo. Yo no juzgo a ninguna de ellas. A ninguna le deseo mal, sólo el bien. Pero me gustaría que todas ellas comprendieran que la vida no se trata de pensar sólo en sí mismo o en quienes están más cerca. La vida somos todos los que existimos en este tercer planeta del sistema solar. Y no sólo se trata de los humanos sino de todos los seres que hacen posible que exista un equilibrio en el sistema ecológico. Todos merecen un trato justo. No somos los humanos los dueños de todo, no somos los «hijos de Dios» que debemos someterlo todo, sin importar el sufriento de otros seres vivos. Somos, simplemente, «compañeros de viaje» de todos ellos, aunque para subsistir tengamos que servirnos de muchos de ellos.
Tampoco podemos pensar en el mundo que existe ahora, tenemos que ir más allá de nuestra propia existencia, tratar de dejar un mundo más justo para las futuras generaciones. El ser humano se ha ido perfeccionando a través del tiempo pero sigue siendo aún una especie de troglodita, nos falta mucho por crecer y evolucionar. Nuestros descendientes deben lograr algún día un mundo sin dinero, sin desigualdades, sin guerras, sin opresión, sin explotación de los unos por los otros y sin creencias religiosas. Sólo entonces se podrá decir que somos realmente humanos.
Nuevamente quisiera evocar las sabias palabras de Jhon Lennon en su tema musical Imagine:
Imagine there’s no heaven
It’s easy if you try
No hell below us
Above us only sky
Imagine all the people
Living for today…
Imagine there’s no countries
It isn’t hard to do
Nothing to kill or die for
And no religion too
Imagine all the people
Living life in peace…
You may say I’m a dreamer
But I’m not the only one
I hope someday you’ll join us
And the world will be as one
Imagine no possessions
I wonder if you can
No need for greed or hunger
A brotherhood of man
Imagine all the people
Sharing all the world…
You may say I’m a dreamer
But I’m not the only one
I hope someday you’ll join us
And the world will live as one
Traducción:
Imagina que no hay Cielo,
es fácil si lo intentas.
Sin infierno bajo nosotros,
encima de nosotros, solo el cielo.
Imagina a todo el mundo.
viviendo el día a día…
Imagina que no hay países,
no es difícil hacerlo.
Nada por lo que matar o morir,
ni tampoco religión.
Imagina a toda el mundo,
viviendo la vida en paz…
Puedes decir que soy un soñador,
pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros,
y el mundo será uno solo.
Imagina que no hay posesiones,
me pregunto si puedes.
Sin necesidad de gula o hambruna,
una hermandad de hombres.
Imagínate a todo el mundo,
compartiendo el mundo…
VÍDEO DE VERSIÓN EN ESPANOL (Hay muchas versiones en español pero en casi todas han eliminado la parte que se refiere a la religión)
Nota del mismo día, por la noche:
En realidad, cuando empecé a escribir quería hablar, también, de la salud inquebrantable que se puede lograr si hay buena alimentación. Cuando el tiempo me lo permita mejoraré el trabajo que hice hace unos meses sobre un plan alimentario para todos o para la mayoría de países del mundo. Si todos los gobiernos colaboraran debidamente se podría evitar la catástrofe que se avecina y que se puede resumir en los siguientes puntos:
1.- Mayor hambre en el mundo, con el consiguiente aumento de enfermedades de todo tipo, puesto que tanto bacterias como virus se harán más resistentes a antibióticos y vacunas, además de ir mutando, transformándose en nuevos agentes patógenos.
2.- Escasez de agua potable y contaminación de los ríos, lagos, mares y océanos, que junto a lo anterior agravará aún más la situación.
3.- Desaparición de muchas regiones bajo el agua debido al aumento desmesurado del cambio climático. Las emisiones de dióxido de carbono y de muchos otros compuestos químicos provocarán catástrofes naturales y aumento de la temperatura. Ese aumento de temperatura puede provocar el aceleramiento de la nueva era del hielo, que puede cambiar totalmente el clima en todos los continentes, con consecuencias inimaginables.
Sin una planificación de la economía y de la explotación adecuada de los recursos naturales y fuentes de energía no será posible asegurar la salud y bienestar de nuestros descendientes. Nada de lo que digo es nuevo. Todo esto se sabe desde hace mucho tiempo pero aún no se toman las medidas necesarias y eficaces para evitar el desastre. El poder del dinero sigue dominando. La ceguera de los dueños de empresas multinacionales, los políticos y los medios de comunicación que los apoyan no les deja ver la triste realidad, como consecuencia de su avaricia.