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Creo que estas tres palabras están asociadas. La felicidad plena y absoluta tal vez no existe. Pero se logra a intervalos, a veces durante mucho tiempo, otras veces en pequenos momentos. Esos pequenos instantes nos dan fuerzas para mantener la esperanza de algún día lograrla plenamente.
La paz en el mundo es imposible, por lo menos mientras exista la desigualdad y la opresión de una clase social sobre otras. Pero la paz interior se logra si estamos confomes con nosotros mismos y somos capaces de adaptarnos a nuestro entorno, a pesar de los problemas que puedan surgir.
La libertad plena tampoco existe. Siempre está limitada por las leyes, por nuestro entorno y muchas veces por quienes tienen poder para decidir por nosotros. También están las tradiciones y los prejuicios, que condicionan la conducta y el comportamiento de cada ciudadano. La libertad interna está limitada por nuestras propias aspiraciones, por nuestros suenos y nuestros deseos. A veces nos «auto» aprisionanos, nos ponemos cadenas que nos impiden ver la realidad y aceptarla como es. Nos obsesionamos con una idea sólo porque hemos creido ver algo hermoso, algo con poderosa atracción que nos conducirá hacia la satisfacción de nuestras necesidades espirituales o corporales, o simplemente intelectuales o emocionales. Cuando logramos safarnos de esas cadenas volvemos a sentirnos libres. Y es entonces cuando logramos la felicidad, aunque siempre existe el riesgo de que la volvamos a perder.
Hoy he logrado un poco de tiempo para mí mismo. He terminado de trabajar más temprano que lo normal. Lo normal ahora es empezar a las 06:40 y terminar a las 21:40 y algunos días a las 22:40. Voy a tomar un ejemplo: el día viernes recién pasado.
Empecé la jornada laboral con David V, un muchacho extranjero adoptado. Este primer alumno tiene muchas dificultades para aprender. La lección se vuelve a veces muy aburrida porque hay que repetir varias veces las mismas cosas sin que él logre entender ni realizar sus tareas. Luego seguí con Ziging, una alumna extranjera que en una época tuvo licencia de conducir en su país de origen. Esta senora tuvo muchas dificultades para entender las nuevas formas, las nuevas exigencias de Suecia. Pero finalmente va aprendiendo. Su esposo la acompana en el asiento trasero y luego la ayuda, entrenando en casa.
Después del entrenamiento en el gimnasio continué don Demba, un alumno de Gambia, tan alto que a pesar de deslizar el asiento al máximo hacia atrás, queda encogido. Este alumno también tenía muchas dificultades hasta hace muy poco. Ahora ya empieza a obtener resultados positivos.
Después de terminar con mis alumnos me fui a ayudar a otros de otra auto-escuela. Allí conduje con Christine y con Viking, dos alumnos suecos, con muy buenos resultados. Luego regresé con mis alumnos y conduje con Kawos, el novio y cunado de dos hermanas que tomaron clases conmigo hace algunos meses, las dos obtuvieron mucho éxito. Después de él conduje con Wilma y finalmente con Alma, una de mis mejores alumnas que estoy seguro aprobará su examen de chofer la próxima semana. En total 9 lecciones de 80 minutos: 12 horas. Y después de eso tuve que ordenar documentos de la contabilidad y responder varios correos electrónicos… como diría mi madre «y en los ratos libres hacía ladrillos».
Así es como están pasando estos días, con una cantidad de alumnos en aumento constante. Todos los días llaman o escriben nuevos clientes y tienen urgencia por empezar a conducir. Pero yo no doy abasto, es imposible atenderlos a todos. Por tal motivo termino planificando nuevas lecciones en mi tiempo libre. Aún así no puedo atenderlos a todos y debo decirles que esperen unos meses o que busquen otra atu-escuela. Nunca antes tuve tantos alumnos como ahora y nunca antes tuve tan buenos alumnos como ahora, muy agradecidos, con buena disposición para aprender, agradables y nada de regateadores, pagan el precio que corresponde al servicio que reciben. Entre mis nuevos clientes tengo muchos jóvenes (y menos jóvenes) chilenos o hijos de chilenos. Todos ellos reciben sus lecciones en sueco, aunque en las clases de conducción a veces hablamos algo de espanol.
Con tanto trabajo puedo olvidar cosas desagradables que me pueden pasar y si bien puedo pasar horas y tal vez un par de días sumido en la tristeza, la companía de mis alumnos me ayuda a recuperarme muy pronto. Lo malo es que por falta de tiempo no puedo ayudar ni escribir a seres queridos que esperan noticias mías, allende las fronteras.
Hace un tiempo hice una grabación del poema de Mihai Eminescu, El Lago. Esa grabación se puede oír en una entrada de fecha 15 de octubre de 2016. El poema está traducido al espanol en la misma entrada. No sé por qué hoy me acordé de ese poema. Quizás porque me trae buenos recuerdos de cuando estudiaba rumano en la Universidad de Bucarest. O será tal vez una forma de aceptar la soledad.
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