«Ya estás aquí, has entrado en mi cuerpo, sin darme cuenta. Es que nadie se da cuenta. Siento una sensasión distinta, tal vez he sentido antes lo mismo pero no la experimenté en la misma forma. Por muchas precauciones que tomaba, aprovechaste un descuido y has roto la primera barrera de defensa. Pero si lo hiciste pudo haber sucedido hace días… es así como invades los organismos, virus maldito, que ni estás vivo ni muerto pero destruyes a tu huésped. Muy bien, vamos a luchar, no te tengo miedo. Sé que aún tengo muchas defensas. ¡Vamos mis leucocitos! Hay que fagocitar al bicho y expulsarlo».
Era una pesadilla, soñando despierto; mi imaginación me hacía sentir que había sido contagiado por el virus de la pandemia actual. Me hizo recordar una sensación que viví hace ya decenas de años, cuando tuve amnesia y lo único que deseaba era dormir y desvanecerme, entregarme a la suerte del destino.
Hoy tuve solo dos alumnas por la mañana. Luego fuí a comprar a un supermercado. Había mucho tráfico en todas las calles grandes de Sollentuna. El supermercado estaba lleno de gente. Hice todo lo posible por mantener las distancias con la otra gente y casi todos hacían lo mismo que yo. Parecía que jugábamos a algo. Cuando dos personas se dirigían hacia un punto, una de las dos o ambas cambiaban de curso, para no encontrarse frente a frente. Parecíamos robots programados para cambiar de rumbo ante cualquier percepción de peligro, como las aspiradoras o cortadoras de césped autónomas. La excepción eran algunos adolescentes que parecían no estar conscientes, en absoluto, de los riegos de contagio. Se acercaban demasiado o pasaban corriendo por nuestro lado. Yo era el único que usaba guantes, tal vez la gente me ve como un personaje muy excéntrico, pero no siento inhibición alguna por usarlos, creo que los usaré siempre, cuando salga a la calle y vaya de compras. Cuando conduzco, me protegen del sol. Ya me he acostumbrado a ellos y me siento más seguro. Sólo me los saco cuando voy a pagar en la caja. Abro la billetera y saco la tarjeta de crédito, la escaneo y ya está pagado. Luego me pongo los guantes de nuevo. Son guantes de trabajo, no de goma ni látex, solo uso de látex para coger las frutas y verduras.
Cuando llegué a casa me sentía mareado y me dolía la cabeza. Estornudé varias veces y tenía romadizo. Me sentía cansado y no tenía ánimos de nada. Intentaba leer algo pero no me podía concentrar, menos podía escribir. Traté de ver algo de televisión pero nada me gustaba. Quise jugar ajedrez en una aplicación del teléfono, pero perdí todas las partidas. Estoy en el nivel Master, es normal que pierda a menudo, pero no siempre. Juego ajedrez todas las noches, antes de dormir. Me ayuda a mantener la mente en constante alerta. Pero en ese momentgo no me servía de nada.
Decidí tomar una porción de hierbas que tengo en la nevera. Es una combinación de tila y otras hierbas que ayudan al mejor funcionamiento de las vías respiratorias. Tomo un poco todas las tardes, con manzanilla. Le agregué limón y miel y me tomé una aspirina. Digan lo que digan los médicos, el ácido acetilsalicílico es el mejor analgésico que he probado en mi vida. Sé que no está recomendado, porque puede destruir la mucosa gástrica, pero no hay peligro si se toma una vez al mes… o al año, como es mi caso. Además, jamás tengo problemas gastrointestinales. Con respecto a las hierbas, tengo una colección de mínimo 40 plantas distintas, que voy combinando y bebo a mediodía. Nunca las bebo en exceso, siempre en dosis muy pequeñas. Algunas son buenas para la digestión, otras para mejorar el funcionamiento de los riñones, hígado y próstata, etcétera, Son productos que se pueden usar como medicina preventiva y que quiero promover y comercializar en un futuro próximo.
Debo reconocer que estaba preocupado. Ya me imaginaba que había sido contagiado y tal vez tenía covid-19. Sé que el riesgo está en todas partes, pero nunca pensé qué se podía sentir si te contagias. No me refiero a los síntomas sino a la psique. Era una sensación extraña. Parecía que toda la información sobre el virus se hiciera patente ahora y se presentaba ante mis ojos en una gran pantalla. ¿Había llegado el momento de luchar contra el famoso SAR-CoV-2? ¿Debía prepararme para recibir a la muerte? Cuando ha habido tanta información sobre algo, nos volvemos muy obsesivos, desconfiados y pesimistas. Me imaginé muchas cosas y pensé en todo lo que no he alcanzado a hacer en mi vida, muchos planes archivados y otros por recuperar, muchas cosas pendientes por reparar, muchas cosas sobre las que escribir en mis blogs, muchos libros que tal vez jamás escribiré.
Resignado, me acosté a dormir y puse la alarma: 30 minutos. Al despertar ya habían desaparecido todos los síntomas y tenía mucha energía y ganas de hacer cualquier cosa. Sea lo que fuese, nuevamente mi sistema inmunológico me había salvado de las molestias de una enfermedad.
Ahora, a seguir luchando, con o sin virus.
Como siempre, infito a leer mi otro blog AQUÍ
sa de hacer de todo.