VIVIR Y NO VIVIR. VIVIR O VIVIR MAL. VIVIR SIN PENSAR.

Juego de palabras, tal vez sin lógica alguna. No podía encontrar una adecuado título para esta entrada, que quiere referirse a la vida, al sentido de la misma. Es una introducción a un análisis muy profundo de nuestra forma de pensar y por qué creemos lo que creemos y vivimos como vivimos. Vivir, simplemente es fácil. Pero vivir con buena calidad de vida, no lo es tanto. Todo depende de cómo interpretamos la vida y qué aspiraciones tenemos, si estamos conformes con nuestra vida o queremos mejorarla. Para eso tenemos que empezar a revisar los aspectos que caracterizan nuestra existencia, si estamos satisfechos con lo que somos o lo que tenemos o si etamos conscientes de cómo llevar a cabo cambios significativos para llegar a vivir mejor. Lo primero es pensar, reflexionar y analizar.

A veces parece que la vida no es más que un paseo por el mundo. Las preguntas que se hicieron muchas veces los filósofos y pensadores se vuelve a repetir una y otra vez. Y las respuestas parecen estar en muchos libros religiosos, en tratados de filosofía y manuales de todo tipo. Existen postulados aparentemente muy claros e interpretaciones de la Biblia que adoran todo tipo de gente, desde los más recalcitrantes políticos conservadores hasta los curas y pastores más progresistas. También hay escritos que llevan el timbre del evolucionismo y de las ciencias. En este último caso se intenta comparar a la biología con el pensamiento matemático, acompañado del razonamiento lógico y empírico.

¿De dónde venimos? Hacia dónde vamos? ¿Por qué existimos? ¿Qué hay más allá de la muerte? Iniciando con estas sencillas preguntas se puede llegar a fabricar cientos de otras preguntas. Y no faltan aquellos que dicen saber la verdad pero sin jamás haberse puesto a pensar en forma independiente, sin dejar de lado el dogmatismo impuesto durante milenios en la mente de la gente por distintas doctrinas religiosas.

Todos hemos recibido influencias de sociedades religiosas desde que nacimos. A muchos nos han obligado a aceptar una religión justo en el momento de nacer o a los pocos días de haberlo hecho, cuando aún nuestro cerebro se está desarrollando y no somos capaces de discernir sobre nada. Nos hacen besar una cruz, a comer un trozo de pan sin levadura sin imaginarse nadie que ese acto solemne no es más que un recuerdo de ritos paganos de canibalismo. Nos meten en la cabeza eso del «cordero de Dios» que se sacrifica, recordando los sacrificios de animales en distintas ceremonias religiosas paganas. Comer el cuerpo de alguien y beber su sangre, aunque sea su representación en un trozo de pan y un vaso de vino, no es en absoluto algo que sea producto de un profundo raciocinio, o muestra de inteligencia. Es, ni más ni menos, un acto de alegoría a lo más salvaje de nuestros antepasados, aunque se lo quiera disfrazar de gesto de sacrificio por amor.

Lo anterior no es más que un ejemplo de lo absurdo de las enzeñanzas que se nos impusieron desde que las sociedades se fueron formando hasta llegar a llamarse civilizaciones. Y todas esas civilizaciones nacieron del dominio de un grupo étnico sobre otros, de creencias religiosas de uno u otro grupo o de clases económicamente dominantes.

¿Quién no ha visto las imágenes que representan el corazón de Jesús, por ejemplo? El corazón se consideró durante muchos milenios como la conexión con el alma, el órgano que dirigía nuestros pensamientos, nuestro comportamiento, la inteligencia, etc.jesus

Hay cientos de imágenes similares  a ésta: ver aquí

Y aunque la ciencia ha demostrado que ese órgano no es más que una parte del aparato circulatorio, una bomba que hace circular la sangre a través de las venas y arterias, las religiones no han reconocido el gran error de que los sentimientos y la personalidad están en el corazón. Es más, muchos defensores de esas antiguas y obsoletas teorías han inventado una serie de mentiras o malinterpretaciones para intentar hacernos creer que la gente que ha recibido corazones de donantes que han fallecido experimentan cambios de personalidad que sólo se pueden atribuir a las órdenes emanadas del corazón trasplantado. Lo que sucede es que cualquier trasplante de órganos (riñón, hígado, pulmón, etc) origina cambios de todo tipo en la persona que recibe el nuevo órgano, incluyendo la memoria celular o memoria cognitiva (VER).

Si bien hay impulsos que van desde cualquier parte del cuerpo hasta el cerebro, es únicamente allí donde se toman las decisiones. Es el cerebro el que envía las órdenes a todas las fibras nerviosas y músculos para que podamos llevar a cabo nuestras actividades físicas y mentales. Pero en el cerebro se guarda información sobre los movimientos y sensaciones que se perciben desde nuestras células que están en la piel, en los músculos y huesos. Por eso hay pacientes que al haberse amputado una pierna o un brazo, pueden sentir dolor en los miembros que ya no existen. A esto se le suele llamar «dolor fantasma»(VER).

En internet se puede encontrar cientos de páginas que tratan de demostrar que nuestro pensamiento y nuestros sentimientos están en el corazón. Felizmente también hay testimonios de personas inteligentes que pueden confirmar lo que dice la razón, como es el siguiente caso. LEA AQUÍ.

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