He seguido leyendo el libro, Vida, Naturaleza y Ciencia de Detlev Ganten. Me he detenido más en los capítulos que se refieren a la evolución humana, que siempre me ha interesado. Me satisface ver la objetividad con la que se trata el tema en este libro. La lectura sobre la evolución me ha hecho reflexionar, muchas veces, sobre la etapa en que se encuentra el ser humano actualmente. Desde el punto de vista biológico no hay más cambios que los que se producen al mezclarse individuos de distintas etnias, lo que origina descendientes con características muy variadas. Sin embargo, se mantiene la estructura genética, sin modificaciones, desde hace milenios. En cuanto a la evolución intelectual y social, si miramos solo algunos siglos atrás vemos un cambio enorme. Somos los mismos humanos. Pero pensamos en forma distinta a la de entonces, gracias al avance de las ciencias y de la tecnología. Me imagino cuánto más hubiésemos avanzado si todos los seres humanos hubieran tenido acceso a tantas obras literarias que antes estuvieron reservadas para una pequeña parte de la sociedad. Algunas obras estaban al servicio de eruditos, gobernantes o sacerdotes de distintas religiones. Otras obras estaban prohibidas. Hay que recordar que muchos ibros fueron condenados, quemados y sus autores procesados y asesinados, sobre todo cuando la Iglesia Católica tenía todo el poder y decisión sobre lo que un ser humano podía o debía saber (la Santa Inquisición imperó durante varios siglos). Conviene recordar la historia de Galileo Galilei, que fue castigado por afirmar que el planeta Tierra se mueve y gira alrededor del sol. Aún hay limitaciones pero no en la misma forma que antes. Ahora las limitaciones son más de pertenencia a una determinada clase social y situación económica. Esto depende del lugar en el que se vive. En los países donde los ingresos de los habitantes son mayores y el acceso a la educación es apoyado por avanzada tecnología hay mayores posibilidades de obtener conocimientos.
En realidad, sólo basta con retroceder medio siglo y podemos ver enormes diferencias. Lamentablemente, en algunos aspectos aún estamos casi como en la prehistoria. Es comprensible, sin embargo, si consideramos que la evolución es un proceso muy lento. Los cambios sociales, que han ido a la par con la adaptación de sistemas de gobierno a nuevas realidades, gracias a la lucha de los pueblos que han intentado despertar en muchas ocasiones, han abierto ventanas al saber y la toma de conciencia sobre nuevas ideas y valores como solidaridad, democracia y fraternidad, términos que surgieron gracias a los intelectuales precursores de la Revolución Francesa.
El primer ser dípedo surgió hace aproximadamente entre 1,8 millones y 300 000 años, con el Homus Erectus. El Homo Sapiens lo hizo hace unos 130.000 años. Para llegar a esas fases de la evolución humana habían pasado 200 millones de años, cuando aparecieron los primeros mamíferos sobre la tierra. El origen de la actual civilización se remonta a sólo 19.000 años, cuando se produjeron los primeros asentamientos poblados. Un poco más tarde, hace 15.000 años el hombre aprendió a cultivar granos. El trigo se empezó a cultivar algunos milenios más tarde. Las primeras sociedades organizadas en ciudades aparecieron solo unos cinco milenios antes del nacimiento de Cristo. La más antigua que se conoce es la ciudad de Uruk, que se supone tiene una antigüedad de 7.000 años.
Las antiguas civilizaciones se sucedieron unas a otras formando imperios. Los primeros imperios surgieron alrededor de 6.000 años A.C. en Mesopotamia. Luego se formó el Imperio egipcio, hace unos 3.000 años A.C. Los imperios indio, chino y mediterráneos (fenicio, griego, cartaginés, bizantino y romano) datan de unos 1.500 años A.C. El imperio islámico se formó aproximadamente en el siglo VII de nuestra era y los imperios europeos, en el siglo XIV. Entonces empezaron a surgir imperios coloniales que se apoderaron de grandes extensiones de tierras en Africa, Asia y América. Los países que más colonias fundaron fueron Gran Bretaña, España, Portugal y Francia. Las potencias colonialistas se apropiaron de las tierras y de sus recursos naturales, esclavizaron o exterminaron a los pueblos originarios de los países conquistados, lo que significó acumulación desmedida de riquezas por parte de los conquistadores y empobrecimiento de los habitantes de los países conquistados y sometidos.
Luego vinieron las guerras de independencia, que comenzaron en América y siguieron por Africa y Asia. El primer país americano que logró su independencia fue Estados Unidos, lo que le dio la ventaja de desarrollarse más rápidamente que otras naciones. El exterminio brutal de los pueblos originarios de Norteamérica, la utilización de esclavos en todas sus actividades y las grandes emigraciones europeas contribuyeron a formar grandiosas riquezas a las instituciones norteamericanas y a sus empresas, poseídas por aproximadamente un uno por ciento de la población. En este país se desarrolló una economía de mercado, mezclada en un comienzo y por siglos con el feudalismo y el esclavismo, con una fuerte base en las explotaciones de algodón y otros productos en los que utilizaban esclavos traídos de Africa. La incipiente Revolución Industrial se asentó primero en Gran Bretaña y Francia, para luego alcanzar un mayor auge en el país de Norteamérica. El descubrimiento del oro en California (que le fue arrebatada a México), le dio un empuje extra a la economía y la industrialización de EE UU. Posteriormente, la explotación de petróleo y el uso del keroseno, derivado de éste, aumentó aun más su economía, la que siguió ascendiendo gracias a la industria automovilística, con la consiguiente contaminación ambiental.
Tanto en Estados Unidos como en Europa se formaron grandes consorcios, que fueron creciendo hasta formar empresas multinacionales o transnacionales, que monopolizaron prácticamente todas las actividades comerciales y de producción, sumando a todo eso los medios de transporte marítimo, ferroviario, carretero y finalmente, también aéreo. Al mismo tiempo que se desarrollaba la industria, la agricultura y la ganadería, surgían grandes empresas financieras y bancarias. Todo el poder económico llegó así a concentrarse en algunos países y en algunas empresas transnacionales y es así como hemos llegado a la situación actual de completo dominio político y militar de algunas potencias, especialmente de Estados Unidos.
La literatura y el teatro, que nos han legado innumerables obras de geniales escritores y poetas, además de investigadores científicos y que tántas satisfacciones y enseñanzas nos ha otorgado, ha ido evolucionando de acuerdo a los intereses de los editores y patrocinadores económicos. En los últimos decenios la mayor parte de la literatura se ha ido transformando en herramienta e instrumento de opresión, aunque una parte se mantiene fiel en la defensa de la solidaridad y la igualdad. La industria cinematográfica y la tecnología mediática se han adaptado para servir a los intereses económicos de las grandes empresas, de los países ricos y de las castas oligarcas del mundo entero. En esa forma han logrado imponer en la mayor parte del mundo los valores del individualismo, el egoismo, la competencia desleal, la mezquindad, el espíritu de superioridad, el amor a la riqueza y el poder económico, el derroche y desprecio hacia los pobres o descendientes de sus antiguos esclavos o grupos étnicos que viven en el subdesarrollo, como efecto del imperialismo y el colonialismo.
En resumen, eso es lo que ha llegado hasta nuestros días, si tomamos en cuenta una parte de la evolución social. Algunos pueblos intentan cambiar las estructuras de las sociedades que mantienen y fomentan los valores del individualismo, que tienen su base en las ideologías conservadoras o las llamadas liberales y neoliberales. Pero no es fácil hacer los cambios, puesto que esas estructuras están fuertemente blindadas. Cualquier intento de cambios se enfrenta a una dura reacción de parte de la infraestructura burocrática institucionalizada y un gran ejército de funcionarios que han sido instruidos durante generaciones para defender la misma. La dominación es completa, caracterizada por un Modo de Producción injusto y por efectivos instrumentos de represión. Por eso cuando se intenta establecer un nuevo orden, siempre hay todo tipo de obstáculos. La infraestructura de las clases económicamente dominantes recurre a todos los mecanismos legales e ilegales para detener los cambios o retrasarlos. Los burócratas, los banqueros y los representantes de las grandes empresas que han explotado a los trabajadores durante siglos reciben el respaldo de los gobiernos de las potencias imperialistas y se usan múltiples métodos para detener los procesos democráticos. Se crean planes de desestabilización, sabotaje, intrigas, sobornos de funcionarios, legisladores e incluso de gobernantes. Otros métodos más avanzados son los asesinatos de gobernantes (o líderes de las fuerzas sociales que tienen influencia en las masas) y derrocamiento de gobiernos. Para lo último se usan distintos métodos como golpes militares, golpes institucionales (utilizando otra parte del poder del Estado, como las cámaras de diputados, los tribunales de justicia, etc). Los métodos previos a los golpes de estado son muy variados, utilizando protestas genuinas o artificiales, disconformidad en la población por problemas de cualquier índole, sean o no sean causados por los gobiernos a los que se desea derrocar. También se recurre a guerras civiles, financiando mercenarios extranjeros o nacionales.
En cuanto a la forma de pensar, el comportamiento y las aspiraciones de los ciudadanos existen infinitas variedades, dependiendo de qué influencias han recibido en los distintos países en los que viven. En cada país hay algún tipo de religión que ha impuesto sus postulados morales y filosóficos, que ha influido en la elección de de una ideología política. Todo está muy bien ligado para mantener el sistema de opresión de unas clases por otras. Si bien es verdad que en el seno mismo de algunas religiones surgen movimientos progresistas, la estructura fundamental de éstas siempre está al lado de los sectores económicos que dominan el sistema imperante.
El escenario globalizado que se nos presenta no deja mucho espacio para un cambio de orden a nivel mundial. El poder económico y militar, fortalecido por los enormes sistemas de espionaje a todos los niveles, no deja mucho espacio para accionar. Si no hay posibilidades de éxito en la práctica, tampoco hay muchas posibilidades de dar a conocer ideas que pueden contribuir a crear conciencia en la mayoría de la población y en esa forma facilitar el surgimiento de movimientos organizados que algún día puedan llevar a cabo los cambios que necesita la sociedad.
ESTA REFLEXIÓN CONTINUARÁ EN LA SEGUNDA PARTE.